Aprendemos otros idiomas, y deseamos que nuestros hijos también lo hagan, por la razón fundamental de que así se nos abre el mundo y un sinfín de posibilidades. Nos relacionamos con más personas, podemos optar a muchas más oportunidades de trabajo, somos capaces de acceder y saborear la cultura de un modo distinto...
Sin embargo, hay un beneficio más y es que cuando aprendemos otro idioma desarrollamos nuestra inteligencia. Dicho de otra forma, nuestros hijos serán más inteligentes que nosotros en la medida en que sean capaces de entrenar su cerebro para que así sea.
Se ha publicado recientemente un artículo en el diario "El Confidencial" que nos lo explica con pelos y señales, pero avanzaremos algún aspecto importante para que los lectores de Grupo Mt se hagan una somera idea de lo que tratamos de explicar. Resulta que al utilizar un idioma, el segundo o el tercero, o los que se sepan, están también activos, por lo que el cerebro tiene que estar seleccionando entre uno y otro continuamente.
Esto produce beneficiosos efectos en la inteligencia, porque refuerza las “funciones ejecutivas”. Dicho de otra forma, tenemos al cerebro trabajando de forma más ágil y constante, y así mejoramos sus "prestaciones", para que nos entendamos.
Pero hay un aspecto que no debemos obviar tampoco. Tal vez hayamos reparado en él sin darnos cuenta de su importancia. Cuando aprendemos otra lengua, nos damos cuenta de la dificultad de la nuestra, de la complejidad de cuanto sabemos y de cómo usamos la forma más habitual para comunicarnos.
En definitiva, a través del lenguaje aprendemos a querer más y mejor lo que tenemos, de eso se trata.